El gran cambio del anime: de friki a fenómeno global
21 de abril de 2025

Por lo general, al que ve anime se le tilda de friki, otaku, rarito, nerd, anormal, entre otras cosas que a la gente "normal" se le pasa por la cabeza, aunque es un concepto que va cambiando, porque cada vez hay mas adeptos (muahahaha) no falta el que estereotipe. Dicho esto, tengo que decir, me gusta el anime y tengo una colección mas o menos moderada de anime (unas 50 series contando por encima) y aunque me pase horas viendo anime, también hay tiempo para otras actividades, estudio, salgo de fiesta, salgo con mis amigos y me revuelco en mi estiércol como cualquier ser humano normal.
Bueno, tengo que empezar diciendo lo mismo de antes: no soy un experto en anime. No soy un crítico profesional ni un enciclopedia viviente de la cultura otaku. Pero eso sí: me gusta el anime. Lo disfruto, me entretiene, me hace reír, me emociona… y tengo una colección de más de no sé cuantas series hasta el momento (tengo que completar myanimelist), así que algo de tiempo le he dedicado. Y aunque paso horas viéndolo, también hago cosas "normales": estudio, trabajo, salgo con amigos, voy a fiestas y me revuelco en mi estiércol como cualquier ser humano funcional.
Durante mucho tiempo, a los que veíamos anime nos encasillaban en estereotipos: friki, rarito, otaku, antisocial, infantil… lo típico. Pero eso ha venido cambiando, y mucho. Y creo que uno de los puntos de inflexión fue lo que muchos llaman el Great Anime Shift de 2020. En plena pandemia, mientras todo el mundo estaba encerrado, millones de personas empezaron a consumir anime por primera vez. Series como Attack on Titan, Jujutsu Kaisen, Demon Slayer, My Hero Academia, y One Piece explotaron en popularidad más allá de la comunidad friki tradicional. El anime dejó de ser "raro" y se volvió mainstream.
Y con eso, la percepción también cambió. Ya no es tan común que te miren raro por decir que ves anime. Ahora es tema de conversación, es parte de la cultura pop global, y hasta influencers, streamers y celebridades lo comentan abiertamente. Aún hay estigmas, sí, pero es innegable que el anime ya no es ese nicho oculto de hace 10 o 15 años. Hoy, es un fenómeno cultural con presencia en Netflix, HBO, Amazon, y hasta en los cines más comerciales.
El prejuicio no solo viene de afuera
Pero no todo el juicio viene de los que no ven anime. A veces los mismos fans caemos en el error de juzgar demasiado pronto. A mí me pasó. Durante años le hice el feo a One Piece. Lo había visto de pasada en Cartoon Network, con su animación rara y sus dibujos deformes, y no me llamaba para nada la atención. Encima, tenía tantos capítulos (más de 300 en ese momento, ahora van más de 1000) que me daba pereza solo pensarlo.
Hasta que un día, en una convención en el Centro Cultural Comfandi, vi a un cosplayer de Luffy —que incluso ganó el concurso— y me pregunté: ¿Qué tiene esta serie que a tantos les fascina? Así que tomé una decisión radical: leí el manga antes de ver el anime, One Piece es la primera serie que me leí primero el manga y luego me vi el anime, (empecé a leer manga porque me cansé de los rellenos de Naruto así que me adelante al manga) cosa que me agradezco y mucho, ya que la censura que ponen en Cartoon Network es absurda.
Y fue una gran decisión.
Cuando te das la oportunidad: One Piece y el cambio de perspectiva
El dibujo que tanto me molestaba al principio terminó pareciéndome parte del encanto de la serie. El estilo de Eiichiro Oda es único. Es cierto que los personajes pueden parecer deformes o caricaturescos, pero eso le da vida y personalidad a cada escena. Además, en cuanto a fondos, arquitectura y diseño de mundos, Oda es un genio detallista.
Pero lo que realmente me atrapó fue la historia. Porque One Piece no es solo una serie de peleas y poderes raros. Es una aventura épica llena de emoción, humor, tragedia y esperanza. Luffy, con toda su simpleza y carisma, es un personaje que te conquista. Y cada miembro de su tripulación tiene un pasado, una razón de ser, un objetivo. Todos tienen cicatrices, pero encuentran en Luffy y en la banda un lugar donde seguir soñando.
Hasta los poderes más ridículos —como ser de goma— se vuelven brutales cuando Oda los desarrolla. Y el nivel de coherencia, planificación y profundidad emocional que mantiene durante más de mil capítulos es simplemente impresionante. Es una serie que no desperdicia ni a un solo personaje. Cada arco tiene sentido, cada historia cuenta, cada lágrima vale.
Hoy ver anime es normal… y eso está bien
Lo que antes me daba vergüenza admitir, hoy lo digo sin problema: ver anime me gusta, y mucho. Y no soy menos maduro, ni más infantil, ni menos "serio" por eso. Porque el anime, como cualquier medio artístico, tiene obras increíbles. Hay series que te hacen reír, otras que te hacen llorar, y algunas que te cambian la forma de ver el mundo.
Gurren Lagann, por ejemplo, me voló la cabeza. Esa serie es una oda descomunal al poder del espíritu humano, a cómo cuando nos unimos con un propósito común somos capaces de perforar el mismísimo cielo. Literalmente. Hay animes que son gritos de resistencia, otros que son poemas visuales, y otros que simplemente son un buen rato con personajes entrañables.
Conclusión
Así que si aún hay gente que sigue con prejuicios, los invito a hacer lo mismo que yo hice con One Piece: denle una oportunidad. A veces lo que creemos que no es para nosotros, termina siendo algo que nos conmueve más de lo esperado. El anime no es solo para frikis. Es para quienes quieren soñar un rato más.
Y si ya eres parte del fandom, bienvenido seas. El mundo del anime es tan vasto como el Grand Line, y aún hay muchas islas por explorar.